El «dónde» importa

Es ese momento en el que el lugar toma el relevo, seduce a sus lectores, a sus espectadores, a sus turistas; es ese momento en el que la niña sin padre y abandonada por su madre corretea por la huerta y crece salvaje en el campo, en el que una ciudad se transforma al llegar la noche para dar la bienvenida a un espectáculo de seres de novelas de terror, en el que una casa esconde secretos mágicos de dos hermanas y una saga familiar. La primera pertenece a Viento del norte y su Galicia rural y supersticiosa de hace décadas, la segunda podría asimilarse a muchas novelas, aunque en este caso me refería a las historias de Anne Rice, situadas en Nueva Orleans, la tercera a la película (también novela), Prácticamente magia (1999).
Si nos arrebatasen la Galicia de Quiroga, el ambiente de Nueva Orleans y la casa de las hermanas Owens, no sería lo mismo, admitámoslo. El lugar, sea cual sea, a veces arrebata protagonismo para mostrarnos todos sus secretos, su pasado y su presente. Algunas cambiadas de localización: La casa de los espíritus, de Isabel Allende, en un palacio de otra época habría resultado tenebrosa y la novela habría adquirido otro mensaje; La canción de Aquiles, de Madeline Miller, en la Francia de la revolución y no en la Grecia clásica, así la mayor parte de la novela habría carecido de sentido; las películas de Piratas del Caribe en una versión centroeuropea..., un cambio experimental muy extraño y sin sentido, ¿no?
La ambientación, en muchas ocasiones, es otro personaje más, con un diálogo propio que se puede encontrar en los detalles: la cantidad de objetos mágicos y el legado en la casa de Prácticamente magia (1999), es un ejemplo; también sucede que puede significar un descanso de una trama densa o cargada de emociones, como ese pazo gallego de Viento del norte, con la infancia de la protagonista o su adultez.

Imagen de El Ciudadano


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